II Parte EL EGO
Seamos sinceros, ¿quién no ha escuchado alguna vez esa vocecita interna que dice que tenemos la razón, que nuestra opinión es la más importante, o que necesitamos ser el centro de atención?
¡Ese es nuestro ego haciendo de las suyas!
Es cierto, el ego, en pequeñas dosis puede darnos un empujoncito de confianza, pero cuando se descontrola… puede convertirse en un verdadero obstáculo, especialmente cuando se trata de escuchar de verdad a los demás y construir relaciones que nos hagan sentir plenos.
La escucha activa es mucho más que oír, es sumergirnos en el mundo del otro, comprender sus sentimientos, sus perspectivas, su verdad.
Pero ¿qué pasa cuando nuestro ego se interpone en este proceso tan valioso? Se manifiesta, entre otras, de las siguientes maneras:
- El “Yo Sé Más”, que interrumpe la conexión
- El “Mi Historia es Mejor”, que secuestra la conversación
- El “Tengo la Razón” que levanta muros
- El “Pobre de Mí” que bloquea la empatía
Cuando no sabemos controlarlo, el Ego, se convierte en el “Invitado no deseado en nuestras relaciones positivas”, esas que se construyen indiscutiblemente sobre pilares como:
- La confianza
- El respeto
- La comprensión y
- El apoyo mutuo
Sin embargo, el ego, con su constante necesidad de validación y superioridad, puede derrumbar estos cimientos:
- Un ego competitivo nos lleva a ver a los demás como rivales, incluso en nuestras relaciones más cercanas. En lugar de celebrar sus logros, sentimos una punzada de envidia o necesidad de destacar nuestros propios méritos. Esta actitud daña la confianza y genera resentimiento. Es como cuando alguien nos susurra: “No dejes que te superen”.
- Un ego inflado, nos hace creer que somos superiores a los demás, nos lleva a mostrar falta de consideración por las opiniones de otros y menosprecio a sus capacidades. El respeto mutuo se desvanece cuando el ego se cree con derecho a mirar por encima del hombro y nos dice: “Tú eres mejor que ellos”.
- Un ego inseguro puede manifestarse como la necesidad de controlar a los demás, de imponer nuestras ideas y de resistirnos a cualquier sugerencia o perspectiva diferente. Esto, asfixia la libertad en la relación y genera conflictos. Es como gritar “¡Las cosas se hacen a mi manera!”.
- El ego, por miedo a ser juzgado o herido, nos impide mostrar vulnerabilidad, compartir nuestras inseguridades y conectar a un nivel más profundo con los demás. Construimos muros para protegernos, pero esos mismos muros nos aíslan de la intimidad y el apoyo real. El ego nos advierte: “¡No te muestres débil!”.
¡Pero… tenemos Buenas Noticias! Podemos bajarle intensidad al ego y aumentar el nivel de la conexión. ¿Quieres saber cómo hacerlo?
Te lo diremos en nuestro próximo episodio de esta emocionante serie. ¿Seguimos?
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